Carta para un deprimido

antonio vazquez
5 min readSep 11, 2021
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Así que tienes depresión.

No te voy a decir que le eches ganas, sé que odias esa frase. Porque no es que no le eches ganas, de hecho lo haces. Intentas de todas las formas volver a disfrutar la vida. Buscaste hacer ejercicio, la dieta, leer más seguido, ponerte una pedota para ver si volvías a reírte como en los viejos tiempos y nada. Nada parece jalar. Claro que le has echado ganas. Por eso te enoja tanto que, cuando alguien se entera que tienes depresión, te diga que le eches ganas.

Le has puesto tantas ganas que buscaste un tutorial en YouTube sobre cómo meditar para dormir mejor en las noches. ¿Cuánto tiempo sin dormir bien llevas? Das vueltas a la cama, te enojas, cierras los ojos con fuerza y en vez de dormirte, esa vocecita en tu cabeza no se calla. Te enojas con ella, pero te diré un secreto: no tiene la culpa. En realidad no es culpa de nadie. Estar deprimido es más complicado de lo que suena, pero nunca nadie te lo había contado. Casi no platicamos de estos temas, nos da miedo, pena, o de plano no lo entendemos.

Quizá es porque tiene poco que se comenzó a poner atención a la depresión. Oficialmente, el primero en hacerle caso fue Freud, aunque casi todos lo recordemos por tener fantasías cachondas con su mamá (yo diría que también con su papá, pero shhh, no le digas a nadie). Eso fue a principios del siglo XX. El problema es que despuesito de Freud vino la época de la dos más grandes guerras del siglo y la atención se centró principalmente en buscar formas efectivas de matarnos entre nosotros, comprenderás entonces que curar la depresión no era una prioridad. Luego échale que pasando la 2da guerra mundial, el mundo entero quedó más pobre que papás después del día de Reyes, entonces para calmar las aguas se inventaron la payasada esa del sueño americano y con ella un montón de creencias extrañas como que tenías que ser el mejor para poder vivir bien. Y como la depresión se asociaba con “debilidad”, pues mejor ignorarla para no aceptarla.

Tiene poco que le empezamos a poner atención a la depresión. Y es que con la masificación del internet, la tasa de personas en depresión aumentó gacho. Ni qué decir de los suicidios. Se estima que el 15% de las personas que padecen depresión llegan a cometer suicidio. Y sé que lo entiendes porque la idea ha pasado por tu cabeza. ¿Vale la pena seguir vivo? ¿Por qué debería seguirlo intentando si nada tiene sentido?

Aquí me gustaría darte una respuesta bien optimista que te diera la solución mágica que buscas y ¡pum! Se cura la depresión con una frase cursilona tipo película de Disney. Temo decirte que no puedo. La neta tienes razón, nada tiene sentido. Somos seres ínfimos, solos, que vivirán por una mínima parte del tiempo total que ha transcurrido la existencia de la humanidad en la Tierra. Comparados con el tamaño del universo, somos microscópicos. Sin embargo, hay algo olvidamos. Porque sí, al universo le vales madre, pero para alguien, tú significas el universo entero.

Alguien te ama. Y tú le amas. No me refiero al concepto de amor romántico de telenovela chafa. Me refiero al amor amor, ese chingón. El que nos une con otros. Ese que se manifiesta en pequeños detalles o momentos. El amor que mueve a tu tía que nunca falla mandando memes de piolines, aunque la amenacen con subirla a señores usando internet. El que aparece con ese compañero del trabajo con el que te quejas de la vida godín mientras se toman su cafecito. Ese amor en el buenos días de la persona que te saluda sólo porque sí.

Me refiero también al amor como energía. La que sientes al escuchar la canción que te encanta. O al ver esa película que nunca te perdías en la infancia. La energía que sigue viva en ti aunque todos los días te despiertes sin ganas de seguir respirando. Esa misma que te trajo a leer esto, porque a pesar de la desdicha, no te has rendido.

Si dentro de ti existe aún un poco de fe, aférrate a ella. No la sueltes. La salvación está en el amor, por los otros, pero principalmente en el que sientes por ti mismo. En estos momentos tal vez piensas que no te amas lo suficiente. Rondan por tu cabeza voces que te dicen lo contrario, que te convencen de que no mereces ser amado, ni siquiera por ti mismo. ¿Has pensado alguna vez escucharlas con atención, en vez de tratar de escaparte de ellas? Inténtalo. Y pregúntales cosas. Tal vez ahí encuentres alguna respuesta que te ayude a recordar lo mucho que te amas.

Me gustaría también decirte que es fácil salir de la depre, pero te mentiría. Es un pedote. Un primer paso es recordar que, aunque parezca, en realidad nunca estamos solos. Busca ayuda. No le tengas miedo al psicólogo o al psiquiatra, solo tienen mala fama. Digo, tampoco es para menos. Si te contara todos los horrores que se han cometido en el siglo XX en nombre de estas dos ciencias no termino, y ahorita la verdad el tema era otro, pero ya luego que tenga tiempo te cuento más sobre eso. En su defensa, tengo que decir que uno de los grandes dilemas de toda ciencia es que, para aprender, primero hay que cagarla, y la verdad es que en temas de la mente y la conducta, la hemos cagado gacho. La seguimos cagando, de hecho, pero ahorita ya estamos más avanzados. Además hay cada vez más ramas y apertura a estudiar la mente desde diferentes ángulos y posturas. Hay especialistas que incluso mezclan en sus terapias meditación y ondas budistas, muy new age el pedo. Solo no cometas el error de verlos como tus salvadores, el único que puede salvarte eres tú mismo. Velos más como unos guías.

El camino es largo, pero vale la pena recorrerlo. Cuando te pierdas recuerda de donde vienes. Deja también de satanizar al ego, no es “malo” ni “bueno”, velo como una brújula que te sirve para indicarte quién eres. No le saques al infierno de tu cabeza y grábate esta frase: lo único que existe es el aquí y el ahora. Te va a costar trabajo pero puedes hacerlo. Ahora sí, me despido con tu frase menos favs: échale ganas. Tqm.

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